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Diario de viaje: De Santiago de Chile a Buenos Aires en bus

Diario de viaje: De Santiago de Chile a Buenos Aires en bus

Buenos aires era un destino, siempre presente en mi mente, por lo que la simple escusa de una boda en la capital, fue el detonante que me animo a visitarla. Tal y como dice la canción de Xoel Lopez «Buenos Aires querido, son tus aires de nuevos amores. Como un loco perdido persiguiendo el olor de tus kioscos de flores.» ardía en deseos de vivir aquel destino. Solamente un pensamiento, me hacia sentir que algo no encajaba. Siempre he disfrutado los viajes que son aventuras, trayectos entre destinos, si un lugar fijo. Ya que tenia que cruzar el charco, yo quería vivir una de estas aventuras en Latinoamérica, por lo que, tras muchas horas de buscar en Google y aumentos de zoom en google maps, me decidí por empezar mi trayecto en Santiago de Chile, y terminarlo en Buenos aires, cruzando el continente, de mar a mar en autobús. Hice mi maleta y me monte en el avión.

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Santiago de Chile

Mi primera parada fue Santiago, una ciudad que no tenía previsto visitar, pero que terminó conquistándome. Pasé mis noches en un hostal algo deteriorado en el barrio Bella Vista, una zona bulliciosa y llena de vida. Unos días antes de mi llegada, hablé con un amigo chileno que solía vivir en Pamplona de niño. Él fue mi enlace, mi conexión con la ciudad. A pesar de no haber hablado con él en años, me recibió como a un hermano.

Algunos puntos que destacaría de Santiago son su centro, la Plaza de Armas, rebosante de actividad durante el día pero agitada por la noche. Me encantó subir al cerro San Cristóbal en teleférico y disfruté igualmente de bajar caminando. También visité La Piojera, un bar emblemático del centro, un antiguo local donde sirven una bebida alcohólica con helado llamada «Terremoto». Después de salir un poco mareado, entendí el nombre. Por último, el Mercado Central, una de las principales áreas sociales de la capital. Me sorprendió la gran cantidad de perros gordos que veía tirados en la acera.

Mi última noche fue bastante agitada, ya que en el barrio Bella Vista se incendiaron los dos bares contiguos a mi hostal. Desde las 5 de la mañana, me encontraba en la calle, sin pasaporte, sin teléfono móvil y con la incertidumbre de cuándo podría irme. Perdí el bus de las 10, pero a las 11 encontré uno más económico.

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Llegada de Santiago a Mendoza

¡Por fin estaba en ruta, en un anticuado autobús que apenas se sostenía en pie. No teníamos aire acondicionado, así que el autobús hizo todo el trayecto con la puerta abierta. Fueron unas seis horas de recorrido; la entrada a Argentina se tornó pesada debido a los trámites aduaneros, pero las vistas eran impresionantes. Empezando por colinas áridas y descendiendo junto a cristalinos lagos.

A las 5 de la tarde, ya había llegado a Mendoza. Una ciudad preciosa, con su inmensa Plaza General San Martín, donde tuve la oportunidad de presenciar un espectáculo nocturno. Por la noche, me invitaron a un asado y, entre carne a la parrilla y cervezas, varios de nosotros nos aventuramos a explorar las calles, sintiendo aún la vibrante energía de la ciudad. A pesar de estar ubicada en una zona desértica, esta ciudad cuenta con un sofisticado sistema de riego artificial que la rodea de exuberante vegetación. Hay lugares maravillosos para visitar, como la casa del libertador San Martín o pasear por la Alameda, repleta de bares y floristerías. Mi estancia fue breve, solo una noche, pero al día siguiente me esperaba un viaje en autobús nocturno hacia Córdoba, ciudad de la cual había oído excelentes comentarios

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Llegada de Mendoza a Cordoba

La ciudad de Córdoba se veía más grande e imponente que Mendoza. Nada más llegar, lo primero que hice tras instalarme en el hostal, fue visitar un restaurante de milanesas. Llegué por recomendación del dueño del hostal, no sabía ni qué era una milanesa, pero al sentarme me encontré con una carta con más de 20 tipos de milanesa: con queso, con pesto, con salsa mexicana… un abanico enorme.

Por la tarde, decidí pasear por su plaza central frente a la catedral. También visité su vibrante barrio Güemes, un lugar ataviado de puestecillos y locales, para terminar la tarde en una cafetería de la calle Irigoyen.

En la tarde-noche, opté por regresar al hostal y leer un libro mientras tomaba una cerveza. Se me acercaron otros viajeros para entablar conversación. Todos compartían sus experiencias durante el viaje. Una chica llevaba 3 meses viajando, por lo que era el centro de atención. Tras dos cervezas más, decidí ir a dormir.

Al día siguiente, con la mochila ya cargada, visité el Parque Sarmiento, uno de los más antiguos de Sudamérica, donde comí tirado en el césped. Ya me sentía como un perro pulgoso, necesitaba un descanso, así que entré al cine de un centro comercial. Después de visitar mi última iglesia, la Iglesia de los Capuchinos, la cual me llamó poderosamente la atención por su bonita fachada, fui a la estación donde pude comer dos trozos de pizza y una cerveza por dos euros, demasiado barato para lo que suelo pagar. Me esperaba otra noche de dormir en un autobús nocturno, 14 horas de viaje.

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Llegada de Cordoba a Buenos Aires

Otra noche, la cual la pasé en un autobús. Me encantaba la sensación de dormirme apoyando la cabeza en el cristal mientras escuchaba algún podcast. Al llegar, fui recibido por mi amiga Argentina, quien me llevó a casa. Como ella tenía que trabajar, investigué la ciudad por mi cuenta. Lo primero que llamó mi atención fue el metro, una sola línea recta abarrotada de gente, encerrándose a altas temperaturas. Aproveché para visitar el barrio chino, que es solo una calle, pero está llena de pequeños puestos de comida. Comí unas bolas de carne y luego recorrí todo el barrio de Belgrano, una zona acomodada sin demasiado que ver, pero tenía la casa cerca.Por la noche me llevaron a una fiesta en un speakeasy, que son bares ocultos. Para llegar, descendimos unas escaleras de metro y en el mismo andén recreado del metro, introdujimos un código secreto en la puerta. Al entrar, la sorpresa del contraste con la fiesta era evidente.

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Al día siguiente, una amiga me llevó al Paseo de la Historieta para buscar las estatuas de Mafalda. También visitamos el puerto de Mar del Plata. Mientras comíamos, dos personas bailaban tango en una plaza. Por la tarde, con más amigos, coincidió que era el Año Nuevo Chino, así que regresamos al barrio chino. La calle estaba abarrotada, llena de gente disfrutando de comida y bebida, mientras un grupo de música tocaba K-pop. Los días siguientes fueron más tranquilos, pero recuerdo hacer la ruta de la pizza por el centro de Buenos Aires y también asistir al evento de la «Bomba Fantástica», un concierto de percusión donde te llenas de fernet mientras bailas al ritmo de los tambores. Finalmente, me tocó regresar a España, un bonito viaje por el continente que me dejó con más cosas pendientes por ver que las que pude visitar.

Os dejo con el video de mi viaje: